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Ayuno y sustituciones conscientes: del control energético al equilibrio mental
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- El poder del ayuno
- Reemplazar los refinados: un paso clave
- Harinas, moco colónico y el riesgo de prolapso intestinal
- Alternativas más saludables
- Cuidado con los "integrales" del supermercado
- Hambre, ansiedad y reprogramación
- Cerrando
El poder del ayuno
El ayuno es una práctica ancestral que ha vuelto a cobrar relevancia en los últimos años por sus múltiples beneficios. No se trata simplemente de “no comer”, sino de darle al cuerpo una pausa digestiva para reorganizar su funcionamiento metabólico.
¿Qué ocurre durante el ayuno?
Cuando dejamos de ingerir alimentos por un período, el cuerpo entra en un modo de optimización energética:
- Primero utiliza la glucosa disponible.
- Luego comienza a recurrir a las reservas de grasa.
- Finalmente, se adapta a funcionar con mayor eficiencia, utilizando cuerpos cetónicos como combustible alternativo.
Este cambio no solo favorece la pérdida de grasa, sino que también mejora la claridad mental, reduce la inflamación y estimula procesos de regeneración celular (como la autofagia).
Además, el ayuno nos permite reprogramar la percepción del hambre. Muchas veces creemos tener hambre cuando en realidad sentimos ansiedad, aburrimiento o dependencia a ciertos alimentos. Al ayunar de manera consciente y progresiva, el cuerpo aprende a distinguir entre necesidad real y hábito condicionado.
Reemplazar los refinados: un paso clave
Harinas blancas, azúcar refinada y arroz blanco son alimentos profundamente procesados y despojados de sus nutrientes originales. Su consumo sostenido puede traer consecuencias sutiles pero profundas:
Problemas asociados:
- Generan picos de glucosa e insulina → subidas y bajadas de energía.
- Favorecen la inflamación crónica.
- Son poco saciantes, lo que nos lleva a comer más.
- Pueden alimentar flora intestinal desequilibrada, incluyendo ciertos parásitos intestinales.
¿Parásitos en la ecuación?
Aunque poco se habla de esto, una alimentación rica en farináceos, azúcares y refinados favorece un entorno ideal para ciertos microorganismos y parásitos que conviven con nosotros. Estos organismos no solo compiten por nuestros nutrientes, sino que también:
- Generan toxinas que afectan el sistema nervioso.
- Pueden provocar ansiedad, irritabilidad o pensamientos obsesivos relacionados con la comida.
- Condicionan al cuerpo a “pedir” esos mismos productos que los alimentan.
Romper este ciclo requiere un cambio nutricional y, en muchos casos, prácticas como el ayuno pueden colaborar con una limpieza interna que libere al cuerpo de esa carga invisible.
Harinas, moco colónico y el riesgo de prolapso intestinal
El consumo sostenido de harinas refinadas (como las blancas) tiene efectos poco conocidos pero significativos sobre el sistema digestivo. Uno de ellos es la generación excesiva de moco colónico, un fenómeno documentado por investigadores de la nutrición alternativa como Néstor Palmetti, especializado en higiene intestinal y alimentación depurativa.
¿Qué es el moco colónico?
El intestino genera moco como mecanismo natural de protección. Sin embargo, cuando la alimentación es rica en alimentos mucogénicos —como las harinas refinadas, los lácteos pasteurizados o el azúcar blanca—, se produce un exceso de moco espeso y adherente. Este moco se acumula en las paredes del colon, dificultando:
- La correcta absorción de nutrientes.
- El paso regular de los desechos.
- El equilibrio de la flora intestinal.
Este exceso también puede favorecer la acumulación de toxinas y la aparición de síntomas como inflamación, fatiga, irritabilidad y trastornos digestivos.
¿Qué es el prolapso intestinal?
A largo plazo, esta acumulación de moco y residuos puede ir debilitando el tono muscular y estructural del colon. En algunos casos, se produce un prolapso, es decir, el descenso o caída de una parte del intestino fuera de su posición habitual. Esto puede manifestarse como:
- Sensación de peso en la parte baja del abdomen o del recto.
- Problemas para evacuar.
- Desconfort general al estar de pie o sentado mucho tiempo.
Palmetti y otros autores señalan que estos trastornos no son repentinos, sino que se van gestando lentamente durante años de una alimentación pobre en fibra y rica en procesados.
Cuidar el intestino es cuidar el centro de nuestra vitalidad. Una alimentación que lo ensucia lentamente también nos roba claridad mental, energía y bienestar físico.
Alternativas más saludables
La buena noticia es que hay opciones deliciosas y nutritivas que pueden reemplazar perfectamente estos alimentos:
En lugar de harinas blancas:
- Harinas integrales reales (de trigo, espelta, centeno)
- Harina de garbanzo
- Harina de arroz integral
- Harina de coco o de almendra
- Harina de trigo sarraceno
En lugar de azúcar blanca:
- Miel cruda (con moderación)
- Azúcar de coco
- Dátiles o pasta de dátil
- Estevia pura (no mezclas industriales)
- Frutas frescas y deshidratadas
En lugar de arroz blanco:
- Arroz integral o salvaje
- Quinoa
- Mijo
- Trigo sarraceno
- Lentejas o legumbres en general (como base de comidas)
Cuidado con los "integrales" del supermercado
Aunque cada vez hay más productos que se publicitan como “integrales”, no todos lo son realmente. Muchas veces, lo que se ofrece como integral no es más que una harina blanca refinada a la que se le ha reincorporado el salvado o parte del germen original. Esto no garantiza que el producto conserve los nutrientes y la estructura original del grano entero.
¿Qué buscar?
- Ingredientes: el primer ingrediente en la lista debería ser algo como “harina de trigo integral” o “arroz integral”, no “harina enriquecida” o “harina blanca con salvado”.
- Color: el color oscuro no siempre es garantía de integralidad. Muchas harinas refinadas son oscurecidas con aditivos (como malta) para dar la impresión de ser integrales.
- Textura: los productos integrales reales suelen tener una textura más rústica y un sabor más intenso.
¿Por qué importa?
Los productos que no conservan el grano completo pierden gran parte de sus micronutrientes y fibra natural, y tienen un impacto glucémico más alto. La fibra y los nutrientes del grano entero son precisamente los que ayudan a mantener estables los niveles de energía y a nutrir la flora intestinal.
Cuando optamos por productos verdaderamente integrales, no solo estamos comiendo “más saludable”, sino respetando la complejidad con la que la naturaleza diseñó esos alimentos.
Elegir lo integral no es seguir una moda, sino apostar por un alimento completo, equilibrado y evolutivamente adecuado para nuestro cuerpo.
Hambre, ansiedad y reprogramación
La sensación de hambre es relativa. Está profundamente influenciada por nuestros hábitos, por microorganismos presentes en nuestro sistema digestivo, y por factores emocionales.
El ayuno, junto con una alimentación más limpia, puede ayudarte a:
- Recuperar la señal verdadera del hambre.
- Disminuir la necesidad compulsiva de comer.
- Aumentar la conexión con tu cuerpo y su sabiduría natural.
Cerrando
El camino hacia una mejor salud comienza muchas veces con un cambio simple pero profundo: permitirle al cuerpo un descanso y darle mejores combustibles.
Ayunar de manera consciente y reemplazar los productos refinados por versiones más nutritivas no es una restricción, sino una oportunidad de libertad. Libertad de los ciclos de dependencia, de la inflamación constante, de la mente nublada y del hambre manipulada.
Volver a habitar el cuerpo, desde lo simple y lo natural, puede ser uno de los actos más revolucionarios y sanadores de nuestra era.