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El cuerpo y el estado cero
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- Devenir Movimiento
Introducción
Vivimos rodeados de estímulos. Sonidos, movimientos, palabras, pantallas, comida, tareas. Nuestro cuerpo, constantemente activo y reactivo, sostiene más de lo que a veces podemos registrar. ¿Qué ocurre cuando dejamos de estimular? ¿Qué sucede cuando le ofrecemos al cuerpo un estado cero?
El estado cero
Podemos pensar el cero como el punto de partida. Un espacio que no es ausencia, sino potencial. Una pausa, un umbral, un descanso real. En términos corporales, el cero no es la nada: es el momento en que algo puede regenerarse, reordenarse o simplemente ser.
A continuación, comparto algunos de los "ceros" que podemos ofrecerle al cuerpo para su recuperación y autoconocimiento:
Cero sonoro → Silencio
El silencio no es solo la falta de ruido, es también un espacio donde el sistema nervioso puede bajar sus defensas. Al reducir el volumen del entorno, el cuerpo se asienta, la mente deja de responder, y aparecen señales más sutiles: el latido, la respiración, incluso pensamientos que antes no tenían espacio.
Cero de movimiento → Quietud
Practicar la inmovilidad —ya sea sentados, acostados o de pie— puede abrir una escucha más profunda del cuerpo. La quietud permite observar las tensiones, los apoyos, los hábitos posturales. No moverse también es una forma de moverse hacia adentro.
Cero de alimentación → Ayuno
Ayunar, cuando se realiza de manera consciente y adecuada, es una manera de ofrecerle al cuerpo un descanso digestivo. Es una invitación a que el sistema se regenere, procese, y entre en contacto con fuentes de energía internas. No se trata de negación, sino de dar espacio para lo esencial.
Cero en el entrenamiento → Recuperación
El cuerpo no solo necesita esfuerzo para crecer, también necesita pausa. El descanso muscular, la recuperación activa o el simple “no hacer nada” son fundamentales para evitar lesiones, integrar aprendizajes y permitir que el entrenamiento tenga realmente efecto.
Cero visual → Oscuridad o descanso de pantallas
Vivimos expuestos a estímulos visuales constantes. Cerrar los ojos, apagar pantallas, estar en penumbra permite al sistema visual —y con él, al cerebro— una verdadera desconexión. Esto puede tener un impacto directo en la calidad del descanso y en la regulación emocional.
Cero social → Soledad nutritiva
La presencia de otros puede ser fuente de conexión, pero también de carga. Un rato en soledad consciente —no como aislamiento, sino como autocuidado— puede ser profundamente regulador. Escuchar el propio ritmo sin la interferencia de otros es también parte del estado cero.
Cero de conciencia → Dormir
Dormir es quizás el “cero” más radical y necesario. Durante el sueño, el cuerpo entra en un estado profundo de reparación, consolidación de memoria y reorganización emocional. Es el momento en que se apagan los controles voluntarios y la conciencia se retira para que el cuerpo se autorregule sin interferencias.
Privarse de este cero tiene consecuencias visibles: irritabilidad, cansancio, confusión. Honrar el sueño como un espacio sagrado de desactivación es una forma poderosa de cuidado. Dormir no es perder tiempo, es recuperar vitalidad.
Cerrando
El cero es un espacio fértil. No es carencia, es posibilidad. En un mundo que valora la acción, el hacer, el consumo y la producción, animarse a habitar el no-hacer es una forma radical de cuidado.
Ofrecerle al cuerpo estos ceros —de ruido, de comida, de acción— no es un lujo, es una necesidad. Porque solo cuando se apagan los ruidos de fondo, el cuerpo puede volver a escucharse a sí mismo.