CON EL CUERPO
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Cuidados del cuerpo al trabajar con el cuerpo

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Introducción

Cuando el cuerpo es nuestra herramienta principal de trabajo —ya sea en oficios, artes, deportes o tareas manuales—, es fundamental reconocer que el uso constante, repetido o desbalanceado puede afectarlo a largo plazo. El cuerpo es fuerte, adaptable, capaz de realizar tareas sorprendentes... pero no es invulnerable.

Acciones que pueden dañarlo con el tiempo

Al trabajar con el cuerpo, muchas veces no notamos de inmediato los efectos del esfuerzo acumulado. Las consecuencias pueden aparecer años después. Algunas de las acciones más riesgosas son:

  • Movimientos repetitivos: tareas que involucran siempre los mismos gestos pueden generar tensiones crónicas o lesiones como tendinitis o síndrome del túnel carpiano.
  • Desbalances musculares: trabajar siempre con un mismo lado del cuerpo o dar protagonismo solo a ciertos grupos musculares (por ejemplo, la parte superior del cuerpo) puede generar desequilibrios que afecten la postura y la coordinación general.
  • Fuerza excesiva innecesaria: muchas veces se aplica más fuerza de la que se necesita, generando un esfuerzo adicional que, repetido, genera desgaste articular y muscular.
  • Mal uso de herramientas: sostener mal una herramienta puede, a lo largo del tiempo, generar compensaciones que afecten la muñeca, el hombro, la espalda o el cuello.
  • Fatiga sin recuperación: trabajar sin pausas, sin estiramientos o sin alternancia de tareas incrementa el riesgo de sobreuso.

Prácticas para mejorar el control y el uso del cuerpo

No solo se trata de evitar el daño, sino de desarrollar una relación más consciente con el cuerpo. Algunas prácticas corporales pueden ayudarnos a afinar la motricidad fina, a usar la fuerza justa y a mantenernos atentos a los hábitos que podrían perjudicarnos:

  • Eutonía: ayuda a tomar conciencia del tono muscular y a usar el cuerpo con menor rigidez y mayor eficiencia.
  • Feldenkrais: permite reorganizar patrones de movimiento para hacerlos más funcionales, suaves y adaptativos.
  • Educación somática en general: disciplinas que nos enseñan a movernos desde la escucha del cuerpo, mejorando coordinación, equilibrio y percepción corporal.

Estas prácticas no sólo previenen lesiones, sino que también mejoran el desempeño en tareas que requieren precisión, fuerza y repetición.

Compensar desde afuera del trabajo

El trabajo corporal rara vez es equilibrado en sí mismo. Por eso es importante buscar actividades que compensen los gestos repetidos o las zonas poco usadas:

  • Elongación regular de los músculos que más se usan.
  • Fortalecimiento de zonas olvidadas, como los músculos posturales profundos o la musculatura contralateral.
  • Movimientos variados y multidireccionales, que nos saquen de los rangos fijos del trabajo cotidiano.
  • Actividad lúdica o artística, que recupere el placer de moverse sin función inmediata.

El cuerpo cambia lento, para bien o para mal

Tanto el desarrollo como el deterioro del cuerpo ocurren lentamente y por repetición. Esto significa que prevenir es mucho más eficiente que reparar. Una lesión puede gestarse durante años sin dar señales claras… y cuando aparece, puede requerir un proceso igual de largo para sanar.

Tener un plan de cuidado corporal a largo plazo es una forma de respeto hacia el propio cuerpo, pero también de responsabilidad profesional si vivimos del uso que hacemos de él.

Alimentación y entorno laboral

Muchas personas que trabajan con el cuerpo no tienen acceso fácil a una alimentación adecuada. Lejos de casa, con poco tiempo o en condiciones precarias, terminan optando por comida rápida y económica. Sin embargo, esto tiene un costo silencioso a largo plazo.

  • Planificar y cocinar en casa alimentos de calidad puede ser un modo de cuidado activo.
  • Cuando eso no es posible, es preferible elegir alimentos de mejor calidad aunque impliquen un gasto mayor: lo que no se invierte hoy en nutrición, puede terminar invirtiéndose más adelante en salud.

Relaciones laborales más humanas

El cuidado del cuerpo también depende del entorno laboral. Las relaciones más sanas se dan en esquemas donde todos ganan. Un empleador consciente no debería ver el cuidado corporal como un lujo o una debilidad, sino como una inversión en la sostenibilidad de sus trabajadores.

Eso implica:

  • Estar abiertos a adaptar ritmos, posturas, herramientas o condiciones según las necesidades reales.
  • Proveer pausas activas, espacios ergonómicos, formación corporal, elementos de protección y escucha genuina.

Cerrando

El cuerpo que trabaja, si es cuidado, puede sostenernos durante décadas. Pero no es eterno, y no es desechable. Entender sus ritmos, sus necesidades y sus límites es el primer paso para poder usarlo intensamente… sin romperlo.

Que el trabajo no sea solo un desgaste, sino también una forma de encontrarse con la potencia del cuerpo y aprender a acompañarla.